Matko Koljatic

La batalla de las utopías

Por: Matko Koljatic | Publicado: Jueves 19 de diciembre de 2013 a las 05:00 hrs.
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Después de tres votaciones -primarias, primera y segunda vuelta- las chilenas y chilenos han decidido, por una amplia mayoría, que Michelle Bachelet gobierne el país por los próximos cuatro años. Cabe desearle un buen gobierno, de modo que Chile continúe progresando como lo ha venido haciendo en las últimas décadas. A propósito de ello, quisiera compartir con Uds. algunas reflexiones que pueden ser de interés.



Se ha dicho que esta serie de elecciones significarán algo así como el ocaso definitivo de las ideas de derecha (algunos las llaman neo-liberales) en el país. Pienso que no es así. Era predecible que Bachelet ganara en esta elección -si se decidía a competir- ya desde el momento en que terminó su primer período presidencial, cuando contaba con un nivel de aprobación del orden de 80%. Probablemente, su popularidad también influyó fuertemente en la campaña parlamentaria, lo que era evidente ya hace meses cuando los candidatos que iban en su lista aparecían por todas partes con ella en sus afiches, algo que no ocurría al otro lado de la vereda. Si a ello se suman los graves errores de conducción política en la centro derecha, la elección de Bachelet por amplio margen era una “crónica de una elección anunciada”, por parafrasear a García Márquez. Lo que resulta claro es que para ganar elecciones se requiere, entre muchas otras cosas, de liderazgo y unidad, dos ingredientes que evidentemente tuvo la campaña de Bachelet. No creo, como afirmé antes, que la centro derecha esté terminada ni mucho menos; como dice la cumbia, “no estaba muerta, andaba de parranda”, y tendrá que aprender de esta lección si es que quiere volver a gobernar.

En segundo lugar, pienso que la elección presidencial confirma la importancia de las ideas en los procesos políticos, como pregona Axel Kaiser repetidamente. Es claro que la actual oposición tomo sus ideas fuerza de los movimientos sociales y los convirtió en sus lemas de campaña. Lo que tal vez no es tan evidente es que esas ideas -“educación gratuita y de calidad”, “nueva constitución”, “reforma tributaria”, etcétera- tienen su origen en ideas profusamente debatidas desde hace tiempo en el ambiente académico.

Los estudiantes no llegaron a estas ideas solos; lo hicieron a partir del debate académico. Es cosa de leer el libro El Otro Modelo, de los profesores universitarios Fernando Atria, Guillermo Larraín, José Miguel Benavente, Javier Couso y Alfredo Joignant, para comprobar la afirmación anterior. En ello, pretenden marcar la hoja de ruta hacia el futuro, tal como ocurrió con El Ladrillo en las últimas cuatro décadas y que también nació en los recintos académicos. Lo que estos intelectuales hacen, en esta oportunidad, es analizar desde las perspectivas de sus disciplinas -el derecho, la ciencia política y la economía- cambios que conducirían “del orden neo liberal al régimen de lo público”.

Lo curioso es que los autores de El Otro Modelo comienzan preguntándose: ¿por qué el neoliberalismo ha sido tan exitoso? (ver pp. 55 y 56). En breve, aunque reconocen los avances logrados en las últimas décadas dentro de los límites que establecieron la constitución de los `80 y sus ajustes posteriores, los autores sostienen que Chile esta listo para cambiar el modelo imperante ya que este habría dado todo lo que puede dar. En breve, el “neoliberalismo” es acusado de ideológico y de falto de realismo, ya que la utopía de la eficacia del mercado, no sería tal.

Mi impresión, sin embargo, es que llegado el momento de fundamentar “el otro modelo” se evidencia que la visión de país que se formula, también es una utopía. Un test ácido simple es preguntarse qué es si no la idea de “una educación gratuita y de calidad”. De modo que lo que está ocurriendo en el Chile de hoy es la batalla entre dos utopías. 
Chile ha votado y ahora serán la Presidenta electa y sus adherentes quienes tendrán la oportunidad de demostrar que su utopía es alcanzable. Claro que ello implica pasar de la elegancia de lo argumental y de la simpleza de las ideas a la complejidad de la realidad.

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